Cerrar

Hay muchas formas de irse. Cambiar de cuidad, de país, de calle, de trabajo. Cerrar. Morir.

Incluso hay más motivos que formas de marcharse. Cada uno tiene el suyo porque, todos, en algún momento de nuestro camino, nos marchamos de una manera u otra. Puede ser temporal o definitiva, física o emocionalmente.

Nosotros andamos planteándonos si marcharse es decisión de valientes. Como cuando rompes con algo, cuando cierras el círculo. En nuestra sociedad procambio, esas veces te llueven vítores, tu entorno aclama tu “capacidad de cierre” y, de fondo, podría sonar Pimpinela con su vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta. Y, ahí, se supone que empieza una aventura nueva. Esto nos da libertad.

Pero, si marcharnos nos hace libres, ¿estaremos huyendo?

Luego está la otra valentía, la de quedarse, la de afrontar, la de ser capaz de vivir cualquier situación con una capacidad de adaptabilidad que pueda con las ganas de marcharse, que convierta cada momento de vértigo en una oportunidad. Eso también nos hace libres y…¡felices!

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